- Entonces, ¿usted con qué soñaría? ¿Con qué otra escritura?
- Con una escritura discontina, que no tendría conciencia de que lo es y que se serviría del papel en blanco o de la máquina, del portaplumas o del teclado, así, en medio de muchas otras cosas como podría ser el pincel o la cámara. Todo ello pasando velozmente del uno a la otra, una suerte en estado febril y de caos.
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- ¿De qué le parece que hay que huir en estas preguntas sobre identidad?
- Pienso que la identidad es uno de los primeros productos de poder, de ese tipo de poder que conocemos en nuestra sociedad. Creo mucho en la importancia constitutiva de las formas juridico-político-policiales de nuestra sociedad. ¿No es el sujeto idéntico a sí mismo, con su historicidad propia, su génesis, sus continuidades, los efectos de su infancia prolongados hasta el último día de su vida, etcétera, el producto de un determinado tipo de poder que se ejerce sobre nosotros, en las formas jurídicas antiguas y en las formas policiales actuales?
Cabe recordar que el poder no es un conjunto de mecanismos de negación, de rechazo o de exclusión. Pero los produce efectivamente. Es probable que incluso produzca a los mismos individuos: la individualidad y la identidad individual son productos del poder. Ésta es la razón por la que desconfío de él y me esfuerzo en debilitar en estas trampas. (...)

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