Me inclino hacia las palabras mal sonantes y me hago pendiente. Busco en ellas el equilibrio, mi seguridad o algo de lo que no pueda arrepentirme. Las recojo, me las pongo en el pecho mientras intento no caer porque soy cada vez más pendiente. Y ahora, ¿cómo organizarlas? hago malabarismos con ellas hasta que quedan yuxtapuestas en el aire y las voy ordenando. No acaban de convencerme, tan obvias y a la vez tan escurridizas, tan tibiamente mal sonantes.
Veo el trasfondo de cada una de ellas, el trasfondo vertical de mí que soy pendiente, y viene el tormento, la agitación, la impotencia....¡os maldigo he dicho! pero ellas no me escuchan, crecen en mí, yo, que cada vez soy más pendiente. Las cojo y las tiro pero nunca caen por el abismo de mi mentira.
Así pues, decido llevarlas conmigo y las voy diciendo de una en una mientras me alejo de mi forma pendiente y me voy haciendo más llana.
Quizá sólo de esta forma...
No hay comentarios:
Publicar un comentario