lunes, 2 de noviembre de 2009

La consecuencia de auster

Nunca descansaba bien.
Se despertaba a intervalos irregulares, unas cinco veces por noche. Como si tuviera un mecanismo de alerta en su cabeza que no la dejase dormir apaciblemente y soñar.
Cuando se dormía, las imágenes se convertían en puntos que requerían de su atención, y era en esos momentos cuando ella se despertaba aturdida.
Encendía la luz para comprobar que estaba despierta y la cerraba al instante, acurrucándose al máximo para que el sueño volviese a penetrar en ella. Deseando irse para no volver, cuando toda la oscuridad de la habitación la atrapaba y la convertía en nada más que eso, en la ausencia de luz, en la nada.
Pero otra vez ocurría lo mismo, abría los ojos y el "desvanecimiento" desaparecía.
Ya no hay remedio...
Siempre sería ella, siempre en cuerpo y mente presentes.

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