martes, 17 de noviembre de 2009

Los lunes con Chéjov

Os hablaré de mis lunes con Chéjov y con los demás.
Como cada día a principios de semana a eso de las 7 y media me siento alrededor de una mesa mal rectangulada. Más que una mesa es una conjunción cuadrada un tanto asimétrica.
Yo me siento en un extremo, en mi sitio que es implícito. Como todos los sitios que hacemos nuestros. L. nos mira y habla, reparte las hojas...
Y ahí está él expresándose con los años en la superficie del papel:
"La capital está envuelta en las penumbras vespertinas. La nieve cae lentamente en gruesos copos, gira alrededor de los faroles encendidos, se extiende, fina, blanda capa, sobre los tejados..."
Se acaba el cuento y salimos de la historia. Empezamos a criticar a Chéjov a sus espaldas. Críticas y más críticas, en su mayoría buenas y constructivas pero él no responde a lo que ya está construido.
Yo no digo nada. No se si es mi condición biológica de mujer o el día que oscurece temprano, pero la tristeza del cuento me ha contaminado y me ha nublado. Mi cabeza recuerda:
"Hállase sumido en sus reflexiones: un hombre o un caballo, arrancados del trabajo campestre y lanzados al infierno de una gran ciudad, como Yona y su caballo, están siempre entregados a tristes pensamientos."
Ahora les toca a los demás. El tema es la doble vida.
P. cuenta la historia de un budista-fiestero y nos reímos,
C. una historia larguísima y demasiado realista en la que me he perdido al final. Creo que era un padre-pedófilo que no quería serlo y por eso se va a Tailandia a hacer turismo sexual. Remediar lo irremediable que se dice...
Y yo:
"Hace mucho tiempo que Yona y su caballo permanecen inmóviles. La luz de los faroles se va haciendo más intensa, más brillante. El ruido aumenta."
S. ha creado una historia ya inventada: el sirviente y el amo que acaban intercambiando sus papeles. Es ingenioso y se lo damos por bueno ya que no ha visto "El sirviente".
P. cuenta un sueño demasiado descriptivo. Si todos los sueños fuesen así no dormiríamos nunca.
Pero yo:
"Yona exhala un suspiro. Experimenta una necesidad imperiosa, irresistible, de hablar de su desgracia. Casi a transcurrido una semana desde la muerte de su hijo..."
No es hasta que salgo a la calle sobre mis pisadas, que vuelvo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario