Generalmente ocurre cuando uno siente que lo va perdiendo todo, de tan lleno que se siente. Me refiero más o menos a cuando acaba el día y todo se vuelca sobre uno mismo. Pero no es exactamente eso. Podríamos llamarlo fin pero yo prefiero llamarlo retirada difícil. Y digo difícil porque uno no es consciente del cúmulo que sospesa hasta que le empieza a doler una pequeña zona del cráneo. Luego viene una auto-mirada de soslayo y disimuladamente uno empieza a escribir.
Es decir, cuando pequeñas explosiones se abren paso.
En situaciones como la que describes, me gustaría diluirme. Ser un pez escurridizo, inasible e inalcanzable. Pero no, de nuevo, el peso de mis zapatos me desploma. Tiene demasiada fuerza la gravedad de la tierra. Al mismo tiempo, sin embargo, temo abrir la ventana y elevarme, sutil e informe, hasta lo más alto de la bóveda celeste. ¿Qué hacer?
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