domingo, 22 de mayo de 2011

Hípica obsesión

Intro: hacía tiempo que no escribía un cuento. Todo ha venido por un concurso que vi por Internet sobre escribir un mirorrelato a través de una obra de Picasso y me dije "por qué no". Lo que pasa es que no procesé bien lo de "micro" y acabé haciendo un relato/cuento que luego tuve que recortar para que se quedara en microrrelato y poder participar en el concurso.
Así que os dejo con la versión accidental.




Un maldito caballo. Si, si como os lo digo, no hago más que ver un caballo maldito en mis sueños y me desespera porque no es un simple caballo, un caballo común vamos, sino el mismo caballo que llevaría el diablo a cuestas, con la expresión de agonía en el rostro y todas las extremidades doblegadas, sufriendo por su postura torturada. Deberíais verlo como yo lo veo…entonces sabríais a qué me refiero.

Hace un mes que voy al psicoanalista. Primero empecé con un psicólogo “normal” de los que te pasan tests, te hacen unas cuantas preguntas y te relevan a un psiquiatra para atiborrarte a pastillas de esas que te dejan atontado. Yo malvivía con la obsesión de mis sueños pero él no veía que la raíz del problema residiera en éstos sino que me decía que residía en mi carácter trastornado pero que me ayudaría junto con esa droga legal. Me llamó TOC y me sentí estúpido.
Por eso mismo me cambié a un psicoanalista. Éste era un hombre mayor con pinta de erudito y asomaba una barba blanca. ¡Solo faltaba que hablara en argentino y estaría delante mismo del señor Jodorowsky! Bromas a parte, a diferencia de mi antiguo psicólogo, lo primero que hizo fue preguntarme por mis sueños. Me sentí aliviado y la conversación avanzó con fluidez…

- ¿Lo había visto antes fuera de sus sueños, en el mundo real digo?
- No lo sé, para mi es como si estuviera en todas partes, lo veo reflejado en las paredes de mi cuarto y en los espejos de mi casa… Pero es más su recuerdo.
- ¿Y por la calle?
- No por la calle no. Entonces ya me vuelvo loco del todo.
- ¿Cree usted que está loco?
- Hombre…no es normal ver el mismo caballo día tras día y vivir con una obsesión que en realidad no existe.
- ¿Estuvo relacionado con caballos durante su infancia?
- Mmm no.
- ¿Tuvo una infancia feliz?
- Psé…Mi madre se murió cuando era muy pequeño, me crió mi padre prácticamente pero con dulzura así que sí, tuve una infancia feliz. Conservo muy buenos recuerdos de él…
- ¿Murió hace mucho su padre?
- No, hace dos años.
- Aha…Bueno esto es todo por hoy.

Me sonó un poco típico esto preguntarme por la infancia para ver si arrastraba un trauma desde pequeño o algo así pero mejor que las pastillas era, al menos por el momento.

Me duermo. Oigo pasos lejanos. No. Es un acercamiento más agitado, como pisadas de hierro. Ya sé…oigo cabalgar. Veo un caballo blanco y precioso acercarse desde la distancia pero a medida que avanza hacia mí se va transformando, no en otra cosa, sino que su color adquiere un tono ocre apagado y se deforma, se retuerce y en su retorcimiento empieza a chillar con voz humana: ¡Nooooooooo! Le pregunto que le pasa pero no me oye, inmerso en su dolor.

Me despierto de golpe. Son las 4 de la mañana. Me duele todo el cuerpo como si hubiera adquirido la pose retorcida de mi caballo en el sueño. Preparo café y no vuelvo a la cama.

Pasan dos días y estoy en la consulta del psicoanalista. Le cuento que esta vez he hablado con el caballo y me dice que eso es bueno porque si puedo comunicarme con él podré comprender el por qué de su existencia. Me parece una chorrada lo que dice pero le sigo la corriente. Y así pasan los días…
Llevo un mes hurgando en mi pasado y empiezo a dudar de su método de profundización. Mi psicoanalista solo me hace preguntas y más preguntas y yo cada vez tengo la boca más seca. Me siento como un loro repitiéndome y el repetir solo hace que aumentar mi “hípica” obsesión. Así que lo dejo, está decidido. De la misma forma en que los sueños se me aparecían casi por arte de magia, pienso que encontraré una solución de la misma forma. Tiempo y paciencia.
Sin embargo, la historia no deja de repetirse día tras día y cada noche siento su desesperada llamada onírica y cada vez le siento más mío y me pierdo con él… Hasta tal punto que llegó un día....

He salido de casa medio sonámbulo, medio despierto, medio dormido aún…el sol asoma con fuerza detrás de la persiana…he dormido mucho. Cojo la puerta y me voy del piso, ando calles y calles, unas ocho manzanas. Parece que esté galopando…Abro una puerta pero no se donde estoy entrando. Hay gente y silencio, es muy extraño. Y en la pared destacan formas cuadriculadas que veo desenfocadas… Me dirijo a un punto cuadrado, el único punto de enfoque. Me da la sensación de que soy un títere. ¿Quién está jugando conmigo? Cada vez veo mejor lo que se me quiere mostrar. Unas patas, una expresión de angustia, unos dientes prominentes… ¡es mi caballo! Pero no se mueve, ni me dice nada. Quiero tocarlo cuando me dan un azote en la mano…

- ¡Ts! Se mira pero no se toca. Haga el favor y distánciese.

¿Eh? Hago lo que me dice esta voz pero no entiendo nada ¿por qué no puedo tocar mi caballo? poco a poco miro a mi alrededor y éste va tomando forma. Estoy en una especie de espacio con cuadros así que supongo que se trata de un museo…de arte supongo.
Veo los otros cuadros todos del mismo estilo pero me centro en el mío, en el del maldito caballo. Me acerco a la placa de descripción…Picasso: “Cavall banyegat”
¿Pero cómo ha llegado su cuadro hasta mi subconsciente? Es inquietante y un tanto perturbador y me quedo una media hora mirando el cuadro atontado aun por el sueño. Lo miro atentamente pero la imagen que me perseguía y me atormentaba ya no me crea ansiedad sino una especie de admiración. Veo las formas, el color tostado marrón y me parece incluso bello. Y su expresión ya no me parece de dolor sino de una especie de alivio al poder doblegar todas sus extremidades tan rígidas en su forma real de animal. Mirándolo mejor parece que adopte esta postura “antinatural” para decir: “No os llevaré a cuestas nunca más”.
De repente, me río hasta estallar en carcajadas del sentido absurdo que ha tomado la situación. ¡Llevo meses soñando con un cuadro que no había visto en mi vida o que no recuerdo haberlo visto! Me voy con mis carcajadas del museo antes de que me echen, (re)camino las ocho manzanas, llego a casa y me tumbo en el sofá.

Me duermo y al despertarme y abrir los ojos me quedo mirando el techo extrañado sin apartar la mirada de la pared blanca, de su imagen neutral. Pues, por más que lo intentaba, no lograba recordar mi sueño. "Bff...al fin".

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