jueves, 26 de noviembre de 2009

El soporte de la escritura

Eres tú y tu mano vieja que se preparan para escribirla como tantas otras veces hicisteis.
Antes de empezar siempre te la miras desde todas las perspectivas. Su extrema palidez y finura te entristecen.
Sabes que su atracción es tan fuerte como para brindarle todo un universo, que es tuyo. Pero no sabes como empezar.

Te sientes anonadado por su mirada blanca y neutral pero, a la vez, no puedes evitar sentirte amenazado, como si desde su superficie lisa te apuntase con un fusil. "Lléname, lléname..." resuena una voz en tu cabeza.

Si solo quieres darle un poco de vida...ofrecerle una chispa de alma que se propagará como fuego y construirá una historia compartida, la que evoques en ella, la que saques de ti mismo.
El impulso es tan grande como un escupitajo que la manche y omita ese vacío que trasmite.

Bueno, te tranquilizas, abres la mente, cierras los ojos y los sonidos se vuelven opacos a tu alrededor. Sostienes tu pluma y empiezas: una palabra detrás de otra y otra y otra... No puedes parar. El éxtasis se ha apoderado de ti. No paras de correr la tinta por su cuerpo uniforme llenándola de impureza.
Ahora por fin, estáis solos en el mundo, desaparecéis sin saber exactamente dónde, entre las lineas que vas construyéndole.

Fin. Has acabado. Esperas una respuesta suya pero no sabe hablar por sí sola. Así que por los dos y mirándola fijamente empiezas:

"Eres tú y tu mano vieja que se preparan para escribirla como tantas otras veces hicisteis".

1 comentario:

  1. la paradoja es que estoy leyendo esto escrito en un fondo negro y que nunca tendrá final, porque la última frase hace volver al inicio, genial :)

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